Inocente.
El inocente nos ayuda a crear nuestra imagen, la mascara que lucimos
ante el mundo, nuestra personalidad y rol social. Aunque esta imagen
carezca de profundidad y complejidad, nos proporciona, a nosotros
y al resto de personas, una especie de sentido sobre quienes somos
y que puede esperarse de nosotros. Es la pregunta que hacemos a todo
niño: ¿Que vas a ser cuando seas mayor?. Como adultos, nos identificamos
con los trabajos que hacemos y con nuestro estilo de vida. El inocente
interior que llevamos con nosotros quiere ser amado y ser parte de
las cosas. Quiere pertenecer, encontrar su lugar, sentirse reconocido,
a veces por las buenas, a veces por las malas.
La
Luz del Inocente
Confía en la vida,
en sí mismo y en los demás. Tiene fe y esperanza, aún cuando las cosas
aparentemente parecen imposibles. Confía en que sea lo que sea que
desee, esto llegará. Confía en los demás lo suficiente como para poder
aprender de ellos.
La Sombra
del Inocente
Se evidencia en
una capacidad de negación para no darse oportunidad de saber qué está
sucediendo realmente en su vida. Puede estar lastimándose a sí mismo
o a los demás, pero no lo admite. Puede estar herido, pero ese conocimiento
también lo reprime. Cree en lo que otros le dicen, aunque su punto
de vista esté en oposición directa con lo que sabe en su interior.