La verguenza

 

 

 

 

 

 

 


Dignificar lo que sucede en el interior de cada uno, darse su sitio, reconocerlo, observarlo e integrarlo es parte del proceso terapéutico, del proceso de recuperación de Uno Mismo.

 

Dentro de este proceso la vergüenza tiene un lugar importante.

Generalmente el miedo, la ira o la tristeza parecen tener mayor importancia ante el sentimiento de la vergüenza.

Sin embargo ésta tiene el poder de desorganizar internamente a la persona y su vivencia puede llegar a generar mucho dolor.

 

Muchas facetas, emociones, sentimientos, ignorancias y expresiones quedan guardadas en un cajoncito en el interior de cada persona, al sentirlos como no adecuados, no válidos o vergonzosos. Por ello la vergüenza es un sentimiento perturbador, ya que impide la expresión libre y espontánea de nuestro Ser.

 

"Tengo vergüenza a cantar, a hablar en público, a que me miren, a caerme en medio de mis compañeros, a expresar mi ternura y mis emociones".

 

Cuantas más veces guardemos en el interior estas expresiones de Uno Mismo mayor será el fantasma o la fantasía de lo que puede llegar a ocurrir si finalmente la vergüenza deja paso a la expresión.

La consecuencia más dolorosa es la generación de falta de autoestima.

Es una sensación desestabilizadora, intensa y aguda. Su vivencia puede llegar a ser vivida como el encarcelamiento dentro de uno mismo.

 

No existe vergüenza sin avergonzador.

Pondré un ejemplo de ello. Imaginemos a una niña de cuatro años que se encuentra jugando con un amiguito explorando sus genitales. Ésto puede ser de lo más natural si se desarrolla espontáneamente la situación.

Ahora bien, esta misma situación puede llegar a ser interrumpida por un adulto que expresa su indignación al presenciar esta vivencia, desaprobando este juego y juzgando a los niños como malos y sucios.


En este momento, si la niña se consideraba ante este adulto como buena y dulce podría cambiar repentinamente este estatus por otro que le quiebre por dentro, que es el de "sucia".

En ese momento la niña "se da cuenta" que lo que para ella era normal y natural sin ponerle juicio no sólo estaba "mal", sino que existe la amenaza de que esta situación pueda ser conocida por personas a las que ella quiere, planeando de fondo la humillación si el adulto hace pública esta situación.

Es en este momento en el que la vergüenza se instala, desorganizando internamente a la niña y generando una pérdida sorpresiva de autoestima, temiendo la perdida del amor y la aprobación de las personas a las que ella ama.

Internaliza que algo que ella ha hecho está mal y que por eso ella es sucia.


Es por esto que en el futuro evitará exponerse a situaciones que, dentro de su juicio interno, estime que son sucias.

Pondrá toda su energía al servicio de la evitación, en lugar de ponerla al servicio de su bienestar.


Aquí se pueden ver varios elementos que caracterizan a la vergüenza disfuncional.

El primero es que hay una identificación con un aspecto "de niña buena" y ésto es valorable por los adultos.

De repente esta valoración queda en vacío y pasa a ser enterrada por la mirada y el rechazo del adulto, que ejecuta el rol de avergonzador.


Podemos extrapolar este ejemplo a miles que se dan habitualmente, desde la simple caída en el patio del colegio hasta la vergüenza de no saberse una lección o de simplemente expresarse y desear ser visto.


Aquí se hace evidente que sin avergonzador no hay avergonzado.

Este avergonzador se interanalizará de adulto y aparecerá cada vez que esta niña convertida en adulta sienta que se expone a situaciones en las que pueda hacerse evidente "su suciedad" en las diversas formas en las que ella lo considere.

Así se llega a convertir en un sentimiento habitual.

En este caso vimos que el adulto, bajo sus parámetros morales, actúa como avergonzador de forma "pedagógica".

Hay otros motivos que se pueden ejercitar bajo este rol.

Por ejemplo, entre pares, hermanos o amigos se utiliza para diferenciarse, aunque es una forma degradada de hacerlo ya que se construye la identidad a partir de un contraste: "

Cuanto menos seas tú, más creeré que soy yo".

También puede ejecutarse como competencia:

"Cuanto más te avergüenzo, yo gano".

 

¿Cómo se cura la vergüenza?

Para ello es necesario revisar el avergonzador interno, oír su voz, ver cuándo es que sale a la luz, cuándo se deja escuchar y qué es lo que dice.

Puede decir: "Cómo es posible que hayas fallado, no mereces consideración".

Esta voz funciona como si la vida fuese una serie ininterrumpida de escenas de examen y existiese un profesor severo que examina, aprueba o desaprueba, se burla, descalifica o excluye.

Es importante transformar el error en posibilidad de aprendizaje.


- Transformar el avergonzador en colaborador interno.


- Desidentificarse con el aspecto parcial que nos avergüenza e identificarse con la totalidad que somos. Lo importante es el tiempo que dura dicha identificación.

Por ejemplo, si me pregunta mi jefe en el trabajo algo que no sé responder y ésto me genera vergüenza porque queda en evidencia el aspecto de mí que no conoce dicha información, lo que importa es el tiempo que dura la identificación con esta parte de mí que se identifica con " no sabes y eres un tonto por ello".

Habrá entonces que dar lugar a la totalidad que uno es: "no sé ésto pero sí aquello, y lo que no sé ya dispondré de mis recursos para obtener dicha información".

Si cometemos un error lo sano sería vivirlo como una posibilidad de aprendizaje y no como un camino que nos lleva al castigo.


- Alegría. La sanación que se experimenta al reírse de uno mismo es inmensa, y al compartirlo más aún.

Divertirse con aquello que toca vivir y que en principio se vive con vergüenza.

Uno de los motivos más generalizados de sentir vergüenza no es el que se refleja en hacer algo mal o sentir el cuerpo poco bonito, sino el el simple hecho de ser visto.

El deseo de mostrarse y expresarse para simplemente ser mirado genera mucha vergüenza.

Si este deseo no se legitimiza internamente es el que más vergüenza da, pese a ser un deseo normal y sano.

Todos necesitamos ser mirados y expresar nuestro Ser.

Darnos el derecho a tener este deseo y necesidad facilitará el llevarlo a cabo cuando tengamos la oportunidad.


Dignificar la vergüenza significa, al fin y al cabo, Ser y Mostrarse, reírse de Uno Mismo con los Otros y ante todo liberarnos de la exigencia y perfeccionismo que inhibe y genera mucho dolor.

 

Bibliografía:
NORBERTO LEVY. LA SABIDURÍA DE LAS EMOCIONES. EDITORIAL: DEBOLSILLO.

 

 

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Diplomado en Inteligencia Emocional y el Cutivo  de la Mente

 

ALMA GESTALT

"El Arte de Crear la Vida que Anhelas"