Tengo miedo! Tengo miedo!

 

 

 

El miedo no es zonzo, decía mi “abuela” y lo repetía mi madre con una sabiduría que no viene de los libros sino de la experiencia. Sí, el miedo no es zonzo, por eso hay que escucharlo y de eso vamos a hablar.

 

Claro, cómo va a ser zonzo con lo inteligente que son nuestras emociones (porque el miedo es una emoción).

 

Es la inteligencia del cuerpo y la psiquis la que está detrás de estás manifestaciones y es nuestra razón que pueda dar algo de luz a lo que allí, como señal más o menos intensa o incluso violenta, se manifiesta.

 

La emoción se caracteriza por su brevedad y violencia, lo que la lleva a absorber totalmente el campo de la atención.

 

Todo el psiquismo y el organismo en su conjunto se orienta hacia aquello que provoca la emoción: vista, oído, argumentos, recuerdos y, por ejemplo, en el caso del miedo, la descarga de adrenalina en sangre hace que la actividad cardíaca se acelere y la respiración se haga más profunda.

 

La reacción puede ser la huida, la paraliza, un estado de alerta donde todos los sentidos se focalizan en algo: un ruido, movimiento, etc. Wundt define a las emociones como “una fuerte llamarada del sentimiento” Sí, están allí para demostrarnos que estamos vivos.

 

Son señales que no podemos desatender.

 

El problema es que fuimos educados en el miedo: anécdotas del hombre de la bolsa, de “la befana” (una especie de bruja) , del infierno, de los “pelos en la mano”, de que los Reyes Magos no te traían regalos si te portabas mal, etc.

 

Pero esto no es nada, también se nos educó en el miedo a la muerte, a ser libres, a los otros, a amar, a “poder”, a “vivir”...

 

Norberto Levy en su libro La sabiduría de las emociones, nos habla de lo importante que es ver las emociones, incluso las consideradas como “conflictivas” (como el miedo), en su condición de señal.

 

El usa la imagen del tablero de luces del auto, que indican que algo está fallando...; que hay un problema a resolver. Remiten a ese problema a resolver, pero ellas –las emociones mismas- no son el problema.

 

Así, la emoción es aprovechada cuando uno comprende que problema específico detecta esa emoción, pudiendo abocarse a la resolución del mismo.

 

¿Qué es el miedo?: el miedo es esa sensación de angustia que sentimos ante la percepción de una amenaza.

 

ACLARACIÓN: es cierto que puede hacerse una distinción entre miedo (más puntual, concreto, localizado en un objeto) y temor (más vago e indeterminado), pero nosotros hablaremos aquí de miedo en sentido amplio, abarcando también la noción más genérica de temor.

 

¿Y qué señala?: señala la desproporción entre lo que sentimos como amenaza y los recursos con los que contamos o sentimos que contamos para enfrentar eso amenazante.

 

Pero, por confusión o ignorancia convertimos al miedo en una emoción negativa...!!!! Esa 1ra emoción genera una 2da. que es como su consecuencia: vergüenza, humillación, rabia, impotencia.

 

Dice Levy que se da entonces esta secuencia:


a- se percibe una amenaza


b- reaccionamos con miedo


c- hay una respuesta interior a ese miedo (la reacción en cadena)

 

Y esta respuesta interior es clave, porque agravará o atenuará esa sensación original de miedo, pero lo habitual es su descalificación.

 

Sí, hay una descalificación del miedo, se lo considera pura perturbación, emoción indigna y se cree que el problema es el miedo en lugar de verlo como una llamada de atención.

 

No hay miedos injustificados!!!!!

Por eso hay que tener una nueva mirada frente al miedo. Hay que dejar de convertir al MIEDO en un problema para verlo como señal de la existencia de un problema.

Eso sí, ignorar la señal sí puede ser peligroso.

Se trata de un verdadero aprendizaje para poder aprovechar lo que quiere decirnos...

Un supuesto equivocado es el de que todos contamos con los mismos recursos para enfrentar los miedos y que algunos, aunque los tienen, no los enfrentan, son cobardes.

 

Esto es falso y además, termina estigmatizando a la persona, porque los seres humanos disponemos de distintos instrumentos para enfrentar las amenazas y si estas superan nuestros recursos, ahí aparece el miedo. Pero no basta con tener los recursos, es necesario saber que uno los tiene.

Otro riesgo que hay que evitar es el anestesiar al miedo.

No es raro que ese miedo a ser catalogados como cobardes o a ser rechazados nos lleve a negar, ignorar, enmascarar el mismo miedo:

¡Yo no tengo miedo! ¡Qué peligro! Es perder de vista su carácter de señal... El miedo tiene que ser escuchado: no hacerlo llevará a instalar un miedo crónico que agrave progresivamente una situación; un círculo vicioso que lleva, por ej. a ataques de pánico.

El aspecto miedoso se calma cuando es escuchado con respeto.

Las cosas no son así por naturaleza, no nacimos con el miedo a algo, es algo que se fue instalando desde hace mucho tiempo y con ese miedo a algo nos acostumbramos a vivir.

Pero el aspecto miedoso no quiere vivir con miedo, quiere que se lo ayude a superarlo, que se lo ayude a desarrollar sus capacidades potenciales, por eso hay que escucharlo.

Por eso puede pasar de ser un lastre a un colaborador activo.

 

Curar el miedo es transformarlo de disfuncional (que angustia, inhibe, desorganiza, bloquea) en funcional (señal), y esto tiene que ver con la respuesta interior que podamos ir dando y esta respuesta interior tiene que ver con la actitud que nuestro evaluador interno asume frente a nuestro aspecto temeroso.

En esa relación se juega buena parte de nuestra realidad psicológica, que puede ir del sufrimiento a la cura.

 

Nuestro “evaluador interno” tiene reconocer que existe el aspecto temeroso, su derecho a estar como está y escucharlo y respetarlo, lo que no significa que no le expresemos nuestro desacuerdo, pero sin imposiciones.

Levy propone un técnica psicodramática para abordar este proceso de cura o resolución del miedo que consiste en un diálogo interior entre nuestro “critico interno” y nuestro aspecto temeroso”:

Fuente: Eduardo D. Rodríguez

 

 

 

ALMA GESTALT

"El Arte de Crear la Vida que Anhelas"