Si
echamos una mirada honesta a nuestro interior percibiremos una cierta
cubierta protectora alrededor de nuestro corazón.
Para algunas personas
se trata de una muralla muy gruesa e impenetrable. Para otros, es
una capa protectora muy fina y sutil o una contracción que solamente
se produce bajo condiciones amenazantes.
Y nada despierta
esta sensación de amenaza con tanta fuerza como la sospecha: ¨De no
ser realmente amados o merecedores del amor¨.
Dejamos que el
corazón se entumezca o se cierre para desviar el dolor que esto produce.
No saber que podemos ser amados por lo que somos nos lleva a desconfiar
del amor mismo y esto, a su vez, nos lleva a dar la espalda a la vida
y a dudar de su benevolencia.
Podemos decirnos que el amor no está disponible. Pero la verdad profunda
es que no tenemos una confianza real en él y, por lo tanto, nos cuesta
mucho abrirnos y dejar que nos habite por completo.
¨Esto
nos desconecta de nuestro propio corazón y exacerba nuestra convicción
de escasez de amor¨.
Esta desconexión
del amor, con frecuencia surge de no sentirnos realmente acogidos
o aceptados en nuestra familia de origen, ya sea por negligencia,
falta de sintonía o abuso.
¨Al no sentirnos protegidos por los brazos del
amor, caemos en las garras del temor¨.
Un amor o una crianza inadecuados producen un impacto directo en el
sistema nervioso del niño lo que deja una huella o trauma que nos
afectará durante toda nuestra vida.
Algunas veces, la herida o la separación del amor se producen de maneras
más sutiles.
¨Hay padres que parecen muy amorosos y, sin
embargo, son manipuladores inconsciente o veladamente¨.
También es posible
que no logren ver al niño como alguien diferente a ellos, un ser completo
en sí mismo.
Estos niños pueden
sentirse amados porque tienen ciertos atributos, pero no por lo que
son.
¨La
necesidad de complacer a sus padres y ser totalmente aceptados los
hace mirar el amor como algo que está fuera de ellos, algo que tienen
que ganarse llenando ciertos estándares¨.
Los niños pueden tender naturalmente a protegerse de la mejor manera
posible del dolor que produce un amor inadecuado.
Aprenden a separarse
y a tomar distancia de lo que les produce dolor y para ello se contraen
o se cierran. ¨El término técnico para expresar esto es disociación¨.
La disociación es la estrategia de nuestra mente
para decir NO y dar la espalda a nuestro dolor, a nuestra sensibilidad,
a nuestra necesidad de amor, a nuestro dolor e ira por no haber recibido
suficiente amor; también tendemos a tomar distancia de nuestro cuerpo
que es en donde residen estos sentimientos.
Esta
es una de las estrategias defensivas más básicas y efectivas en el
repertorio del niño.
Pero esto también produce un inconveniente más GRAVE: dificulta o
cierra el acceso a dos áreas principales de nuestro cuerpo: el centro
vital en el vientre, la fuente de la energía del deseo, el eros, el
poder vital y el conocimiento instintivo, y el centro del corazón
en donde respondemos al amor y sentimos las cosas con mayor profundidad.
¨Al decirle NO al dolor del desamor estamos
bloqueando los caminos por los cuales el amor fluye en el cuerpo y,
por tanto, privándonos de la verdadera nutrición que permitirá que
toda nuestra vida florezca¨.
Así cerramos nuestra
conexión con la vida misma.
Esto nos coloca
en un dilema extraño y doloroso.
Por una parte
necesitamos urgentemente el amor y esto no lo podemos evitar. Pero,
al mismo tiempo, lo desviamos y nos rehusamos a abrirnos totalmente
porque no confiamos en él.
Todo este patrón, no saber que somos amados como somos, endurecer
nuestro corazón para protegernos del dolor y, por lo tanto, cerrar
los caminos por los cuales el amor puede fluir dentro y a través de
nosotros ¨es la herida del corazón¨.
Aunque esta herida
se produce desde la niñez, con el tiempo, se convierte en un problema
espiritual mucho mayor: una desconexión de la apertura amorosa que
es nuestra naturaleza misma.