Reintegrar
aspectos alienados
de
la persona

Si algún órgano
nos duele o no nos funciona correctamente, ni la culpa es nuestra porque
como neurótico me he causado la enfermedad, ni es del órgano
que funciona mal.
El
trabajar con el aviso que el órgano manifiesta, el trabajar con
síntomas, es una forma muy directa de reconectarnos (integrarnos)
con aspectos negados de nosotros mismos, aquellos que creemos no saber
usar, o a los que no nos es conveniente adaptarnos.
Muchas veces la
desconexión se ha debido a mantener creencias que para uno son
falsas o perjudiciales.
En gestalt el trabajo terapéutico con pacientes que plantean
el problema de una disfunción orgánica, de enfermedad,
es necesario que sea muy directo ya que es posible que esta enfermedad
lo abarque todo.
Partiendo
de una idea no separativa entre mente y cuerpo, hay que acompañar
al individuo para que se sumerja en una vivencia plena.
El sistema utilizado
es el de la “silla caliente”.
El terapeuta sitúa
dos silla o almohadones frente a las dos en las que se sientan él
y el cliente.
El
terapeuta invita al cliente a que represente el órgano enfermo
en uno de los asientos y en el otro a si mismo.
Se inicia
entonces un diálogo entre la persona y el órgano enfermo.
En
este proceso el cliente puede ocupar el lugar del órgano dañado,
como también puede hacerlo el terapeuta, etc.
Es
habitual que en el diálogo surja algún aspecto importante
que la persona no acepta de si misma, y que corresponda a las funciones
del órgano en cuestión, viéndose el sentido y el
significado del síntoma, lo que puede invitar a un cambio de
actitud que favorezca una incorporación más saludable
al medio, y por tanto un descanso para ese órgano.
“Este
trabajo ayuda a darse cuenta y a no seguir colocando la responsabilidad
de lo que les pasa, en su cuerpo o en el mundo”.
La función terapéutica no sustituye a la labor médica
y consiste sólo en un apoyo psicológico que puede llevar
a frenar el desarrollo de la enfermedad y en algunos casos favorecer
una remisión o una mayor repercusión benéfica de
la acción médica.
Este
beneficio se ha dado cuando la persona ha comprendido cual es el mensaje
real de la enfermedad, al sumergirse en una vivencia plena de la función
del órgano.
Estos trabajos requieren una buena formación del terapeuta, especialmente
en su capacidad de escucha, “ya que no se trata de
cambiar una interpretación errónea por otra verdadera”.
El
paciente tiene que hacerse responsable de su vida y tome iniciativa
en su proceso de curación.
Para
ello necesita expresarse directamente con sus palabras y sus acciones,
y deje de hacerlo a través de la enfermedad.
“Cuando
liberamos la energía retenida en la represión una nueva
sensación liberadora y pletórica nos embarga por todo
el cuerpo”.